Si en nuestra infancia existían golosinas paradigmáticas, que funcionaron como marcas de época, sin duda que las mielcitas eran una de ellas (probablemente junto al Naranjú y la Gallinita, que serán nuestros próximos posts).
No solo eran incomparables por la sensación especial que provocaba el comerlas y saborearlas, sino por todo el ritual que implicaban:
- En general se compraban en números pares y en varios sabores. Por ejemplo 4 rojas, 2 amarillas y 2 verdes.
- Si estabas con un amigo se repartían democráticamente, ahora si venía tu hermano/a mayor y te pedía una, le dabas la del color que menos te gustaba.
- A la hora de abrirlas eran un problema: si no tenías la técnica perfecta la mielcita podía terminar esparcida por todo tu rostro, remera propia o ajena, pared, etc.
- Podían comerse de mañana, tarde o noche, total no llenaban ni alimentaban.
- Te dejaban la lengua teñida de diferentes colores, y era muy divertido ver la cara de nuestros padres cuando se la mostrábamos con osadía.
- Si llegabas al cole con una tira entera, seguro que te elegían mejor compañero.
- Por último, pero no en orden de importancia ¿Alguna vez supiste de que sabor eran? Mejor ni preguntar!!!!!
Deme 10!!!
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